miércoles, 17 de noviembre de 2010

La historia de un Liberto.

Noté el agradable calor de los rayos de sol que entraban por el atrio acariciando mi torso delgado y demacrado. Fue entonces cuando abrí los ojos, había quedado tendido en el suelo por agotamiento ya que las tareas de mi amo no me habían dejado dormir últimamente. Mas no abrí os ojos sin más, a escasos metros míos se hallaba mi amo leyendo un libro de Cicerón que cerró tan solo percatarse de que ya había despertado y se dispuso darme un castigo ejemplar que no
quiero ni mencionar.





En cuanto pude volver a moverme, y con moverme me refiero a arrastrarme, me dirigí a comprar unos dulces para una importante cena que mi señor había organizado. Con ayuda de un garrote avancé hasta el establecimiento más cercano. Abrí la puerta y un calurosa bienvenida;

-Ave Amice!. – Dijo el tendero.

Saludé y compré lo que necesitaba. Cuando volví a la calle, oí un gran jaleo, y no era para menos. Se había extendido un rumor de que un esclavo había obtenido la libertad por parte de su amo ya moribundo, y lo peor de todo, ese individuo estaba allí frente mis ojos avanzando entre la muchedumbre que le criticaba y le insultaba. Pronto me uní a esas burlas, me camuflé entre aquella muchedumbre enfurecida. Cuando se acabó aquel espectáculo regresé a la domus. Justo cuando vi de nuevo el rostro de mi señor entendí que no me había unido a las criticas porque le odiase sino porque le tenía envidia. Estaba furioso, yo no podía ser liberto, mi amo no era tan benevolente.

Pasaron las horas y los invitados de mi amo y sus respectivas mujeres ocuparon sus mullidos, elegantes y extremadamente adornados asientos. Junto con mis compañeros comenzamos a servir la cena. Todos los otros siervos tenían alrededor de 30 años excepto yo que tenia 40 y cargaba con mis 2 hijas ya de 20 pocos años, por cierto también esclavas. Mis hijas eran bellas, juraría que los ángeles estarían prendados de su cabello si lo vieran, y que el mismo Apolo las incluiría en sus musas más bellas con tan solo verlas de reojo.

Pues bien, mis hijas y yo servimos finalmente los dulces. Mi amo estaba apostando con los otros afamados señores. Mi amo perdió la apuesta y golpeó la mesa, y un señor robusto y barbudo se levantó y con su baculum señaló a mis hijas y a mi. Nos dio 2 noticias: Yo por fin sería libre. Esta noticia me hizo saltar lágrimas de alegría, por fin seria un liberto. Y la segunda consecuencia de aquella apuesta fue… que mis hijas quedarían al cargo de aquel señor.

Caí de rodillas al suelo, apreté con fuerza mi toga raída por los años, y noté como un sentimiento de impotencia se apoderaba de mi interior. ¿De qué me servia ser libre sin un lugar donde ir, sin mis hijas y con mi edad? ¿Por qué decidían a quien pertenecíamos o dejábamos de pertenecer de forma tan cruel? La libertad que yo anhelaba solo me serviría para perderme en el olvido y culparme eternamente por no tener valor suficiente para revelarme.

7 comentarios:

  1. David me ha agradat molt la teu historia, és molt original ,pero el final ´´es un poc trist.
    Molt bé :)

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  2. Ooh!! Que gran dramaturgo esta hecha vuestra merced!! Me ha encandilado admirable maestría y el sentimiento infundado en cada sintagma... Ha sido, sin duda, un escrito digno del premio Sambori!! =D (Bromas aparte... Genial!! Me ha encantado XD )

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  3. Muy bien!!!
    Se nota que prestas atención a los comentarios de clase
    Enhorabuena!

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. me ha gustado mucho se refleja muy bien el amor de su padre ante sus hijas

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  6. Me encanta David!
    Un poco triste el final, pero muy bien montada :)

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