jueves, 21 de julio de 2011

RECORDANDO A ALEJANDRO MAGNO



Tal día como hoy nació...Alejandro Magno


En la noche del 20 al 21 de julio del 356 a.C. nacía uno de los personajes más importantes de la historia: Alejandro Magno

Hay quienes nacen para no morir jamás y perdurar en la memoria colectiva. Desde luego puede decirse con total seguridad que Alejandro Magno es uno de ellos. Tal día como hoy, la noche del 20 al 21 de julio del 356 a.C., nacía en Pella uno de los personajes más influyentes de la historia (yo me atrevería a decir el 2º después de Jesucristo).

Plutarco nos cuenta su nacimiento de la siguiente manera:

Nació, pues, Alejandro en el mes Hecatombeón, al que llamaban los Macedonios Loo, en el día sexto, el mismo en que se abrasó el templo de Ártemis de Éfeso, lo que dio ocasión a Hegesias el Magnesio para usar de un chiste que hubiera podido por su frialdad apagar aquel incendio: porque dijo que no era extraño haberse quemado el templo estando Ártemis ocupada en asistir el nacimiento de Alejandro. Todos cuantos magos se hallaron a la sazón en Éfeso, teniendo el Suceso del templo por indicio de otro mal, corrían lastimándose los rostros y diciendo a voces que aquel día había producido otra gran desventura para el Asia. Acababa Filipo de tomar a Potidea, cuando a un tiempo recibió tres noticias: que había vencido a los Ilirios en una gran batalla por medio de Parmenión, que en los Juegos Olímpicos había vencido con caballo de montar, y que había nacido Alejandro. Estaba regocijado con ellas, como era natural, y los adivinos acrecentaron todavía más su alegría manifestándole que aquel niño nacido entre tres victorias sería invencible. -Plutarco, Vidas paralelas-Alejandro Magno- V, III.

Su grandeza eclipsaba a cualquiera, parecía recubierto de un aura divina, reflejo de la gloria y la juventud. Pero era tan humano como cualquiera de nosotros. Tan pronto lloraba al oír unos versos o se emocionaba con un gesto noble, como caía sumido en arrebatos de pura rabia, matando con su propia mano y exterminando poblaciones enteras. Fue un hombre de ambiciones apasionadas, que valoró la intensa aventura que supone lo desconocido, su nombre es sinónimo de grandeza y concita imágenes de pasión, aventura, anhelo y arrojo inigualables. También de falanges y devastación.

Su figura y legado han estado presentes en la historia y la cultura tanto de Occidente como de Oriente a lo largo de más de dos milenios, y ha inspirado a los grandes conquistadores de todos los tiempos, desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte. En su reinado de 13 años cambió por completo la faz del mundo y dio inicio a una época de extraordinario progreso e intercambio cultural. La labor llevada a cabo por el rey macedonio y gran difusor de la civilización griega sigue despertando asombro y admiración de sucesivas generaciones, porque en su persona luce la aureola heroica del joven conquistador que, muerto en la flor de la vida, ya ha situado bajo su dominio el Imperio Persa y todas las regiones extremas y recónditas del mundo entonces conocido, ordenándolas de tal modo que supo legar a la posteridad una nueva imagen de la tierra y un sólido entramado de cauces y contactos.


Busto de Alejandro como Helios en el Museo Capitolino, Roma.

¿Qué hubiese ocurrido sí hubiese vivido más?, ¿cómo se habrían desarrollado sus planes de conquista entonces? Las fuentes antiguas recogen que pocos días antes de su muerte estaba organizando la expedición de conquista de Arabia y orientaba sus miras hacia occidente. Seguro que la historia de nuestro país hubiese sido completamente distinta si Alejandro hubiese pasado por nuestras tierras. Si bien nunca llegó a Hispania, en el extremo occidental del Mediterráneo, algunos historiadores cuentan que pensó en conquistarla. La fama de Alejandro llegó hasta estas tierras, pues en la antigua ciudad de Cádiz levantaron una escultura al héroe. En el año 69 a.C. Julio César fue nombrado cuestor de la Hispania Ulterior. En este momento debemos situar el famoso episodio acaecido en Gades (Cádiz); al contemplar la estatua de Alejandro Magno, César se echó a llorar, pensando que a su edad, treinta y tres años, el macedonio había conquistado el mundo, mientras él todavía no había hecho nada.