Interesante reflexión sobre la enseñanza del Latín. Animaos a leerla y de paso practicáis un poco el inglés
cuaderno de viaje por el mundo clásico de los alumnos del IES Politècnic de Castellón de La Plana
miércoles, 25 de abril de 2012
EL DOPAJE EN EL MUNDO ANTIGUO. EL SEMEN DE HÉRCULES
http://tejiendoelmundo.wordpress.com
Cuando la fama era más poderosa que el honor
No es posible en estos tiempos abrir las páginas de deportes de los
periódicos sin enterarse de otro escándalo de dopaje. Esta práctica
artera es sin duda un azote moderno, un producto derivado de la
profesionalización de una actividad deportiva castigada por la codicia y
sin nada que ver con los ideales griegos clásicos del deporte, que
aspiraba a elevar el espíritu humano al tiempo que perfeccionaba el
cuerpo.
Esculturas antiguas como el Discóbolo representaban la pureza moral
apolínea de los campeones deportivos, que tenían, según el escritor de
la antigüedad Luciano, “un don sagrado” y eran incluso “iguales a los
mismos dioses”.
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Pero lo cierto es que los griegos también tenían su equivalente de
los escándalos de dopaje, en los que salían a relucir pócimas mágicas,
encantamientos y hechizos. Aunque a las estrellas deportivas de la
actualidad podrían parecerles inocuos, aquellos potenciadores mágicos
del rendimiento ejercían una poderosa influencia sobre la psique del
atleta, y además tenían el beneficio añadido de no ser detectables en la
orina.
Según el escritor griego del siglo III Filóstrato, que escribió un
útil tratado sobre la gimnasia, los dos grupos profesionales que estaban
involucrados de manera más activa en la hechicería eran los atletas y
las prostitutas. Fragmentos de libros de hechizos en papiro que han
llegado hasta nuestros días incluyen fórmulas mágicas para aumentar la
fuerza, la velocidad, la suerte y la virilidad. Hay un conjuro que, si
se entonaba siete veces al dios del sol, Helios, fortalecía el físico
del luchador y garantizaba el éxito en la palestra. Comienza en griego y
después para al egipcio, que se consideraba una lengua mágica, pues no
en vano los dioses habían nació a las orillas del Nilo. (Dice así:
“Regocijaos conmigo, vosotros los que estáis sobre el viento de oriente y
el mundo, a quien todos los dioses sirven como guardianes […] vosotros
los que os levantáis del abismo, vosotros que cada día os levantáis
jóvenes y os acostáis viejos, HARPENKNOUPHI BRINTANTENOPHRI BRISSKYMAS
[…] pido obtener de vosotros vida, salud, fama […] fuerza […] victoria
sobre todos los hombres y las mujeres”.)
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Los luchadores podían recurrir también a una breve salmodia que debía
pronunciarse con una ofrenda de carbón de roble e incienso sagrado,
“con el que se habían mezclado los sesos de un carnero totalmente
negro”. Un conjuro excelente para los corredores, llamado “hechizo de la
victoria de Hermes”, dirigido al dios de la velocidad, podía grabarse
en un pequeño medallón de oro y ocultarse en una sandalia, es decir,
fuera del gimnasio, pues todos los varones atletas competían desnudos en
la antigua Grecia. Otros atletas llevaban truculentos “amuletos de la
victoria”, como la pata de un lagarto encontrado en un cementerio, para
añadir elasticidad a su zancada. Los detalles precisan que había que
capturar al reptil en cuestión de noche, cortarle la pata trasera
derecha con una caña afilada y devolverlo vivo a su escondrijo.
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Estaban también los chutes orales: pócimas preparadas a partir de
cientos de ingredientes misteriosos, como hierbas y raíces que debían
recogerse en determinadas fases de la luna. De las aproximadamente
cuatrocientas cincuenta plantas mencionadas en los papiros que se han
conservado, los estudiosos modernos han podido identificar pocas. Muchas
no eran más que nombres en clave que se les daban: el ajenjo era
conocido como “sangre de Hefesto”; el espino era el “hueso de Ibis”.
Otros ingredientes activos eran la tierra etíope, la sangre de una
garrapata encontrada en un perro negro, la leche de cochinillo, la carne
de salamanquesa moteada y el vino en el que se hubiera ahogado un
cuervo. Lamentablemente, solo podemos aventurar una conjetura sobre el
uso farmacéutico concreto de la hoja de mostaza exprimida, que los
griegos conocían con el nombre de “semen de Hércules”.
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Estos abusos molestaban claramente a los organizadores de eventos
deportivos griegos, que gestionaban unos trescientos cincuenta
festivales en todo el mundo mediterráneo en un ciclo rotatorio. En los
Juegos Olímpicos de la antigüedad, los atletas tenían que prestar un
juramento solemne ante un trozo de carne sanguinolenta de verraco, que
se había colocado ante una estatua amenazadora de Zeus blandiendo sus
rayos, de que no habían recurrido a medios ilícitos para conseguir la
victoria, una salvaguardia dirigida a la corrupción y la magia. Los
jueces incluso obligaban a los participantes en los Juegos Olímpicos a
vivir juntos en un barracón desde treinta días antes del comienzo de la
competición, para poder tenerlos vigilados y asegurarse de que no se
colocaban con nefandas pócimas u otras sustancias recomendadas por sus
preparadores.
Esto no parecía detener a los atletas, sobre todo porque, en la
Grecia antigua, los beneficios para los vencedores eran aún más altos
que en la actualidad. Además de los enormes premios en efectivo y los
desfiles de la victoria que concedía la ciudad de origen del campeón,
los atletas podían sacar un sacerdocio honorario, asientos de primera
fila en el teatro, o un suministro vitalicio de aceite de oliva; algunos
incluso se valían de su victoria para hacer carrera en la política.
Aunque en la antigüedad no había acuerdos de patrocinio de empresas, los
vencedores olímpicos ganaban enormes fortunas solo por hacer
apariciones en los juegos provinciales, y recorrían el mundo griego como
si fueran integrantes de un circo ambulante. Venerados por sus
admiradores, aquellos atletas de alto nivel tenían garantizado un “dulce
y apacible navegar” (como dijo el poeta Píndaro) para el resto de sus
días.
En resumen, los deportistas famosos de la antigüedad estaban tan
lejos de sus conciudadanos como las estrellas de la NBA lo están hoy de
los suyos. La tentación de hacer trampas, al parecer, era irresistible.
Aunque los trataran como semidioses, al fin y al cabo solo eran humanos.
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Posteado por Sinuhé
Fuentes:
Extracto de 2500 años de historia al desnudo, de Tony Perrottet (mr)
The Greek Magical Papyri in Translation, Including the Demotic Spells, de Hans Dieter Betz, (Universidad de Chicago, Press).
Magia en el mundo antiguo, de Fritz Graf (Universidad de Harvard, Press)
Ancient Greek Athletics, de Steven G. Miller (Universidad de Yale, Press)
jueves, 19 de abril de 2012
LABOR OMNIA VINCIT
LABOR OMNIA VINCIT
Mercurio está muy presente en Barcelona, protegiéndola como ciudad comercial.
Esta decoración está en el edificio que alberga un centro comercial del Corte Inglés en el Portal de l'Àngel.
La frase que está en el interior de la rosca nos viene muy bien para recordar que sólo el trabajo nos ayudará a superar las dificultades.
Ánimo y a trabajar!!!
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